Cada 21 días: la montaña rusa

11 septiembre, 2014

Tener (padecer, sufrir, vivir) un cáncer es algo parecido a los viajes en montaña rusa. La diferencia es la duración, claro está.

Todos los días te levantas pensando que es mentira hasta que llegas al baño y, mientras orinas (miccionas o haces pis/pipí), el reflejo en el espejo te devuelve a la realidad. Allí enfrente hay una personita calva con ojeras que te dice que sigues luchando contra algo que, simplemente, es una cruel lotería.

Todavía me acuerdo de la primera quimioterapia. A mí no se me caía el pelo. Me preocupada incluso: pensaba que los medicamentos no estaban haciendo su efecto. De buenas a primeras, justo antes de la segunda quimio, comencé a notar que se me caían mechones de pelo así, sin más. Las calvas no tardaron en aparecer. ¿Decisión? Raparse antes de parecer una yonky estresada que se va tirando de las rastas. Si el corte de pelo me pareció bien, la rapada me pareció excepcional. Me parecía a Demi Moore en sus mejores momentos. Hoy, seis meses después, casi me planteo dejarme así cuando todo esto haya acabado.

No sólo es la cabeza. Ni el pubis, ni las piernas, ni las axilas… Nada de nada. No hay pelo. Va cayendo y, de buenas a primeras, desaparece.

Para ser sincera se hace raro ver el chochete pelón después de tantos años… Imagínense una cara sin pestañas ni cejas. Yo todavía me miro y pienso que me «han borrado» con una goma todas las expresiones de la cara. Cambia el rostro, sin duda.

Otra de las vagonetas que conlleva el cáncer es la falta de humores corporales y de aromas. No hay sudor ni menstruación. Miento, sudor sí hay. Pero es debido a los terribles sofocos que te vienen en las situaciones más tontas. El cuerpo te arde por todas partes y la calva empieza a segregar agua a raudales. Agua de verdad. No huele, es insípida e incolora. Personalmente yo tengo que levantarme cuatro o cinco veces cada noche porque tengo la almohada empapada. Y no es el calor propio del verano porque duermo con el aire puesto cada noche. Le doy la vuelta a la almohada e intento dormirme.

El deseo sexual muere, por supuesto. Entre la morfina para los dolores de las metástasis óseas medulares, los antieméticos para las náuseas y el valium para las crisis de ansiedad han conseguido que mi libido esté de acampada en algún lugar remoto de la Australia más desconocida.

Se me han caído cuatro uñas de los pies. Dos del derecho y dos del izquierdo. Me di cuenta porque mi perra mascaba algo con auténtica fruición…

Alguna noche deambulo (a oscuras y pegándome trastazos) por la casa, miro las fotos, los libros, los muebles y demás y me digo que tengo que seguir hacia delante pase lo que pase. Es nuestro hogar. Nos ha costado sangre, sudor y lágrimas. Ya teníamos nuestra vida programada. Otras veces no deambulo, no pienso, sencillamente, lloro.

No lloro porque me de miedo morirme. Lloro porque la lucha es compartida y sé que, en muchos lugares, hay quienes rezan por mi cuerpo y mi alma. Lloro por ellos, porque no sé cómo ayudarlos. Yo he estado en la otra orilla y fueron los tres años más inquietantes de mi vida. Ver a mi padre luchar cada día era todo un ejemplo de valentía para mí. Hoy, que me hallo en ese lugar, sé que el otro lado (la butaca de espectador) es mucho más duro.

Cuando yo vomito es a ellos a quienes les arde la faringe, notan la acidez y las contracciones del estómago. Cuando las piernas me fallan, son sus músculos los que se resienten y duelen en vertical u horizontal. Cuando apenas puedo moverme, giran la cabeza para quitarse las lágrimas sin que yo pueda verlo. Sé que, incluso, cuando yo pienso en esa posibilidad de morirme, son ellos los que sufren la taquicardia inexorable…

Mi vida es una montaña rusa. Igual que la de todos los que me están acompañando en este viaje. Algunas semanas estoy estreñida. Luego, me sorprenden las tormentas de mierda en las situaciones más inesperadas. No puedo controlar las pesadillas ni la boca. Digo lo que pienso y lo digo tal cual, sin filtro. Parece que el cáncer me ha dado licencia para volverme cascarrabias, verborreica y, en ocasiones, maleducada. Otros días en cambio amo a la Humanidad. Pero terriblemente. Compro velitas de santos y las enciendo hasta por personas que no conozco. Rezo para que esta lotería que me (nos) ha tocado no alcance la vida de nadie más. Es inhumana la enfermedad y es inhumano el remedio.

He leído de todo. Noticias que aseguraban que se conoce la cura para el cáncer pero no se fabrica para no mermar las ganancias de la gran empresa de farmacia, informes que hablan del poder de la espirulina, documentos que aseguran que un cáncer de mama con metástasis tiene un máximo de supervivencia de cinco años… De todo, de todo.

En mi casa han cambiado los hábitos alimentarios, higiénicos, sanitarios… Qué caos.

Todo me parece malo para el cuerpo. Todo me parece malo para la mente. El miedo me (nos) inunda en las vísperas de revisión. No puedo (podemos) quejarnos. En cada una de ellas nos han dicho que los marcadores tumorales van bajando y que «evoluciono favorablemente».

Pero sigo teniendo miedo. Y no es por mí. Es por esa posible «vida sin mí».

Y aún así, con todo ese miedo que me ahoga, sigo y seguiré dándole gracias a la Vida porque, todavía, me siento afortunada.

 

VVRR

Derechos registrados.

 

rosas

 

12 respuestas to “Cada 21 días: la montaña rusa”

  1. Mónica Says:

    Quisiera estar ahí, no sé si haría algo, quizá solo estar ahí, mirando una peli en la tele, leyendo un artículo absurdo, mirando por la ventana, haciéndote un masaje en los pies, preparando una comida, limpiando alguna habitación, quitando el polvo a los marcos de esas fotos… mirándote y sonriendo viendo lo preciosa que eres, con y sin pelo… y esperaría pacientemente, para tomarme unas cervezas o cafés o alguna infusión deliciosa contigo, en alguna terraza de cualquier ciudad… Te espero.

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    • VVRR Says:

      ¿Qué decirte amiga mía? Llevas años acompañándome en el camino de las letras. Has creído siempre en mí. Siempre.
      Espero esos momentos, cómo no. Eres una de las personas que más me ha llenado el espíritu y más me ha fortalecido en este último lustro. Gracias siempre. Eres un ser excepcional. Y para mí es un honor poder llamarme tu amiga.

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  2. patricia Says:

    Me pareces grande en el valor, y también en la generosidad de compartir tu experiencia. Mucha fuerza! Un beso

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    • VVRR Says:

      Muchísimas gracias Patricia. Cada mensaje me hace más fuerte frente al inquilino, me da más energía para combatir y me hace creer más en mí y en todos los que me rodean. Este camino no sólo lo hago yo. Lo hicieron muchos otros, lo hacen a diario conmigo quienes me conocen y quienes me leen y lo hace quien tiene un pensamiento para mí y cada uno de los que se enfrentan cada día contra esta horrorosa enfermedad. Muchísimas gracias por tu mensaje. Muchos abrazos desde esta orilla.

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  3. vientoazul49 Says:

    Granadina, luchadora incansable, viertes en letras, tu destino sin tapujos, lo despliegas hasta la profundidad abisal de tus palabras. Si antes te admiraba por tu exquisita pluma, imaginate ahora que dejas tu sangre en papel. Sigue luchando tan solo para saber si hay luz al final del tunel. Te abraza Vientoazul

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  4. Gema Ruz Says:

    Gracias Verónica. Gracias por tener la capacidad de relatar como te has sentido en éste tiempo. No sé cómo será para otras personas pero al leerlo, me has transportado doce años atrás. El mío no era de mama. Pero las sensaciones, los sudores nocturnos, todo lo descrito más el miedo…»ese miedo», son familiares para mí.
    Cuánto me ha alegrado ver el resultado de tu pet ésta mañana en facebook. Enhorabuena.
    Espero que la vida nos cruce en algun momento para vernos reflejadas en los ojos de la otra y darnos un fuerte abrazo.
    Salud querida, y amor, mucho amor.

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  5. Junio Says:

    No he podido evitar leer tu texto varias veces. Me has llevado de vuelta a mi pasado. Durante un tiempo estuve trabajando con enfermos de cáncer y familiares. Recuerdo perfectamente cada cara, cada expresión, cada vaivén emocional. Es todo lo que dices, y probablemente todo lo que callas. Tengo en mi memoria los días en que algunos se volvían insoportables y odiaban a todos y a todo. Se sentían estafados y mangoneados por los sueños y la vida. «El mundo sigue su curso. ¿No te parece una broma?» Me decían algunos. Y días después eran todo lágrimas y amor. Es un viaje duro, quizá el más duro. Porque se viaja al lado de la muerte, y no estamos acostumbrados a pensar en la muerte, o en un mundo sin nosotros (el mundo sin nosotros nunca ha existido).

    En fin, tienes todo mi apoyo y todo mi aprecio. Es tan real y tiene tanta fuerza tu texto que me he quedado transpuesto.

    Sigue luchando (y sigue escribiendo).

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    • VVRR Says:

      Hola Junio, tu comentario viene cuando la lucha ha dado sus frutos. La primera escalera ha sido subida gracias a todos los bastones y empujoncitos que he ido recibiendo este tiempo. Hoy, me siento feliz, agradecida, embriagada por las nuevas sensaciones que me llegan de todos los lados. Es verdad, son las de siempre pero yo las siento muy distintas… Gracias amigo. Tus palabras quedan guardadas en ese sitio mío, tan mío, donde me quedo dormida cada noche.
      Muchísimos abrazos.

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  6. Ana Says:

    Tu no tengas miedo.No vas a dejar a nadie solo.Tu vas a salir adelante eso es una realidad ya veras.Me encanta leerte. Besos

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