La inspiración no me acompaña. La indignación sí.

6 diciembre, 2012

Hace meses que me sumo en esa especial parsimonia de no saber qué decir. Hechos sucedieron que me dejaron vacía de versos.

Con el paso de los días me he acostumbrado a no tocar la campana de las musas porque es nefasto empeñarse en la esperanza de lo que volverá cuando le de la gana. Me conformo con releer lo escrito, celebrarme en lo bueno y regañarme en lo pésimo, dormir en esas horas que dedicaba a la lírica y desistir en el empeño humano de levantar a lo que ya está muerto. Evidentemente, en algunas horas que antes y siempre eran de ellas, me alboroto pensando que puedo ser más que un parasismo y un dolor incrustado en el centro mismo del tórax. Con todo, tan putas, no atienden súplicas.

Como la inspiración me rehúye, dejo paso a otros sentimientos igual de devastadores con el propósito de conocer su capacidad de doblegamiento de la razón humana.

Esta semana me ha sorprendido un nuevo estertor. La indignación. La historia camina ya en un espacio de dos meses y me gustaría contársela a ustedes.

Todo comenzó el pasado Agosto. ¿Recuerdan a Polilla? Sí, esa perrita que es mi mano, mi amiga, mi hija, mi madre, mi jefa, maestra y discípula. Anduvo en amores con un can vecino y quedó embarazadísima. No sé si supo en algún momento de la recomendación del veterinario o si, verdaderamente, le picaba la curiosidad al respecto. Al caso, satisfizo ambas cuestiones.

Presta cómo no, suelo yo ser persona rápida cuando me interesa, hice un trato con la dueña de una tienda de mascotas para buscar familia a todas esas vidas que venían en camino. La señora se frotaba las manos pensando en el negocio y el pecunio que reportaría. Yo dormiría tranquila sabiendo que cada uno de ellos tendría una familia como la mía.

El trato fue muy claro, muy preciso en márgenes.

El día que Polilla cumplía cinco años, 29 de septiembre, nacían seis espectaculares cachorritos. Pequeños, tibios, indefensos. En mi casa todo estaba preparado para recibirlos.

Se acudió a la señora para informar de la feliz circunstancia.

40 días para el destete y los cachorros tendrían que irse de la casa para buscar su nuevo destino.

De todas las experiencias que he podido tener en mi vida, ésta, sin duda, me vino a reportar los momentos más enteros y gratificantes. Mi despacho era una fiesta. Polilla me enseñó algo que no podré describir nunca. Ellos, me dieron paz. El día que abrió los ojos al mundo el primero de ellos, lloré. Yo era parte de esas historias nuevas. No puedo ni imaginarme ser madre…

Cada uno tenía su nombre. Como debe ser. Su personalidad. Como debe ser. Los reyes de mi casa.

Se acerca el día de su partida y todo son lágrimas en los muros del hogar.

El infierno y meterlos en la vitrina diferían en poco más que la ubicación.

– Uy, pero qué preciosos, qué ricos, qué sanicos están…

– Sí… Éste es Panocho, ésta Tigrita…

– ¿Cuánto quieres por cada uno? Ahora vienen las Navidades y se los llevan pronto…

– … Ésta es Vaquita, aquí tienes a Polillo, Tiznao, Croqueto…

– ¿Cómo hacemos el trato? ¿Qué pides?

– ¿Qué?

– El precio…

– No, precio ninguno. Mi trato es que les busques una buena familia.

Allí se quedaron mis seis pedacillos de ilusión.

A la espera de un hogar.

 

(Continuará)

 

VVRR

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3 respuestas to “La inspiración no me acompaña. La indignación sí.”

  1. carmen Says:

    Unos Nombres muy divertidos¡¡¡ a mí tb me alegra leerte¡

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