Versografía.

4 febrero, 2012

Supongo que fue el pie izquierdo al levantarme, el origen de toda la diatriba posterior. Cuando no duermo, o duermo mal y poco, esa parte de mí que piensa se dedica a rumiar tonterías durante horas y horas. Algunas veces me obceco pensando que quien creo que me quiere no me quiere como quiero que me quiera. Otras veces me enervo deduciendo que quien me da el sueldo no me valora como quiero que me valore y espero que lo haga. Y en algunos momentos, entro en el torbellino de saber conscientemente que todos, y digo todos, siendo lo mismo, somos muy diferentes.

Puedo luchar horas, días, incluso semanas, contra todo tipo de pensamientos que vienen y van, y van y vienen y no dejan de darme por culo con inconsistencias de todo tipo. No he conocido nunca nada más imperfecto que mi propio discurrir por la Vida. Cada segundo tiene mil críticas que llevan a mil conclusiones que derivan en mil hipótesis.

Un caos de cabeza, señores, un caos.

Puedo estar haciendo café en apariencia pero libro una batalla de tintes victimistas conmigo misma. Puedo estar escribiendo artículos para pagarme los gastos de luz y agua mensuales pero tengo la cabeza siempre entre dudas y desconfianzas. Puedo entender que dando recibo pero es la quimera de quien siempre pretende hacer lo estipulado. Pudiendo darme al cien por cien en todo lo que hago, al cabo del día, termino descubriendo que ese 20% de mí que todo lo masca, sigue siendo el soberano del reino de mi «mí» más profundo.

En esta última semana se ha regodeado en tres aspectos de mi camino. Uno de ellos, quizá el más lúcido, ha sido mi amor por la Poesía. Ese caos malintencionado de mi psque me dijo hace años que perdía mi tiempo en versos y métricas. Que dejara de leer clásicos para meterme de lleno en las vanguardias literarias.

Por un cierto instinto conservador lo mandé a la mierda. «Eso» que se mide, «eso» que es metáfora, «eso» que dice sin decir pero hace sentir aunque no lo permitas, era todo cuanto yo tenía para explicarme. Mi amiga Ana, de la que hablé hace algún tiempo, periodista y culo de mal asiento, me dijo, hace más de un lustro, que yo «manejaba» mejor la prosa. Mi amiga Angie, también culo inconformista y especie en extinción, me vino a decir lo mismo añadiendo que mi poesía era, en todos los sentidos, «demasiado clásica».

Y, por fin, tras una semana de conflicto, decido ponerme manos a la obra con esa prosa que no cultivo más que en relatos cortos o reflexiones. Pero, ¡oh!, el papel en blanco no me trae más que sinalefas y aliteraciones… Pienso en lo que quiero decir y comienzo con una fantástica sinestesia. ¡Qué horror! El verso me invade donde voy.

Me digo que la poesía eleva lo hermoso y hace dulce lo miserable y me propongo hablar de algo que ni sea hermoso ni dulce. Una mierda, por ejemplo. Ni hermosa ni dulce.

Cuando he terminado esa singular prosa descubro una lira con musicalidad que ensalza todo lo poético que tiene una mierda. ¿Nada? Qué lejos de la realidad. Con métrica hasta un mojón parece un manjar.

Parece que mi cabeza ha dejado de girar en este sentido al ver la composición.

Ahora ya no me insiste en que cultive la prosa porque entiende que mi manera de versar es el oficio de hacer de la Vida un camino espectacular donde todo, todo, puede ser más que bello. Y soportable, cómo no.

VR.

5 respuestas to “Versografía.”

  1. curri Says:

    Cada día me impresionas más, tu poesía, tu prosa, tu, cada día, tu…

    Me gusta

  2. curri Says:

    Tu eres poesía, prosa y toda la belleza de esta vida

    Me gusta

  3. VVRR Says:

    Supongo que eso es … ¿bueno?

    Me gusta

  4. INSOMNE Says:

    Prosa o poesía, ¿que más da? Te defiendes bien en ambas, ya me gustaría a mi. Saludos

    Me gusta


Deja un comentario