De lunas graciosas y estrellas bromistas.

8 abril, 2011

Buenas noches.

O buenos días, no sé. En algunos países de Sudamérica la madrugada se saluda cortésmente como el inicio del nuevo día. Muy acertado.

Empiezo, pues.

¡Buenos días!

(Confieso que tener la luna a la espalda y trescientas setenta y ocho estrellitas titilando frente a mí me han hecho sonreír y sentirme un rara avis en este momento).

¡Hola, ¿qué tal?! (Éste sí).

Me había propuesto escribir un poema pero estoy muy cansada para la métrica. En mi estado de rumiaciones previa a la concepción de un zéjel (me hubiera conformado con unas redondillas o una silva pero estoy probando formas clásicas más cerradas) me rondaron la cabeza demasiados percances acaecidos en los últimos días. No, meses. No, años. (Hoy atino poco y mal. Debe ser aquel nombre que ha hecho de mis noches días sin sol y de mis días, ocupación mental extenuante).

Como les decía, ocupo la cabeza en mil realidades distintas y concluyo que la existencia es un desastre. Ahora, sin embargo, estaba intentando proyectar la representación gráfica y mental de lo que me viene robando el sueño algo más de una semana. Y no, he llegado a la conclusión de que no es la sucesión de Zapatero como cabeza visible (por tanto, apaleable) a la Presidencia en las próximas elecciones. Poco influirá en mi insomnio la decisión de candidato del partido socialista.

Tampoco es la crisis económica a escala mundial. Mis bolsillos siempre tienen para tabaco. Y es lo que me preocupa. Si no puedo tener un Mercedes es, simplemente, porque no me gustan los coches grandes. En realidad, tampoco los pequeños. Conduzco pero no me gusta hacerlo. (Al Tigretón, el coche de mi ideal de vida eterna, lo manejo, no por lo que es, sino por lo que representa para mí y el trabajo que puedo quitar a otra persona).

Ni política ni economía… Analicemos otros parámetros. ¿Me preocupa el trabajo?

No es lo mejor que he tenido y tampoco lo peor. No está bien remunerado pero tampoco se hacen los suecos a la hora de cumplir con mi dedicación. Es de «lo mío» (qué expresión tan tonta para denostar una carrera) y me permite libertad (poca) de creación. Pero no me voy a quejar porque sé qué es estar parado y a Dios gracias doy por tener ocupación (remunerada, que ya es todo un logro).

¿Me preocupa que mi Poesía no avance? No excesivamente. Hace dos días me llegó la tripa de mi nuevo poemario. La tripa es el previo a la imprenta, por decirlo de alguna manera. Lloré algo. No mucho. Es el poemario que se edita en mi ciudad natal y habla de una lucha bastante cruenta. Pero muy verídica. (Voy a aprovechar para recomendarles la lectura del poemario, Fénix, de CVA Ediciones). Así que no, tampoco es mi sangre la que esté carente de armonía. Cumplo (he cumplido ya) todas mis expectativas en el terreno de la Literatura. Prometí un libro a alguien que no está ya y tengo tres publicados. Puedo darme con un canto en los dientes y dejarme las paletas descolgadas de tanto romper la encía. Me quedo muy satisfecha con lo hecho. El primero habló de mí, el segundo, de mi amor y el tercero de aquella sangre que nunca se rindió. No me queda nada que decir. (Creo…).

No, no es éste el típico tópico que me preocupa.

En realidad pueden preocuparme muchas cosas pero soy perfectamente consciente de que no son las que vienen a espantarme el sueño. El lenguaje eseemeese (SMS, señores,  castellanizo porque soy así…) me trae de cabeza. Qué pena destrozar con símbolos y apócopes imposibles la grandeza de un idioma tan rico en semántica y matices.

El peso de mi hermano también me tiene en jaque. Demasiado quebranto para corazón tan joven. Entraría en detalles pero las cosas que se arrastran en el pasado no tienen por qué ser más que presente mío. Además, son nuestras. Disculpen que no les haga partícipes pero quebrantaría el más básico de mis principios: la lealtad.

También me preocupa no tener a quien llamar cuando necesito un beso de madre. Pero viene, y no la veo, y me lo deja sin que apenas perciba que estuvo. La magia de la madre va más allá del amor de una vida.

Me preocupa no ser en la vida de alguien lo que «ese alguien» es en mí. Me llega a quemar, creánme. No puedo entrar en detalles por el mismo principio de lealtad que me sostiene pero no desdeño la idea de dar forma en un relato (una novela incluso) a tanta quemazón que me visita a diario «tras la sonrisa aparente»… Amar no implica ser amado y me es complicado aceptar que yo veo amor eterno donde se roza, apenas, un número más.

Qué pena de celibato durante años…

Aunque, tampoco me arrepiento en exceso. Soy así y así me parieron y así quise guardarme. ¿Tonta? Puede ser. Pero muy contenta de ser fiel a mis principios y mis utopías de amor único y eterno.

Me preocupa también que pueda darme un «galimatillo» por el tabaco. Sí. Pero me preocupa lo justo, ni más ni menos. Entiendo que mi condición de asmática tendría que ser excusa suficiente para abandonar el vicio pero nunca he tenido voluntad firme nada más que para declararme en huelgas de hambre que me sirvieron para quedarme en los huesos y marearme en todas las escaleras que encontraba a mi paso.

Ja, ja, ja…

Esta luna viene graciosa y las estrellas muy bromistas…

Al final me tengo que reír de mí misma y hacer un conato muy refinado por no mandarme a la cama con un par de azotes autoinflingidos. Qué esperpento de criatura en según qué momentos. Valle-Inclán estaría sobradamente sorprendido esta noche. Y yo verdaderamente complacida de ver a semejante Maestro, ojiplático.

Todo esto lo hace nacer la luna graciosa y las estrellas bromistas. Nada me parece bueno y nada me parece malo. Algo ocupa la cabeza y no deja al cuerpo rendirse porque necesita recrear alguna imagen. Y aquí ando, esperando que el cuerpo ceda y deje la mente o el corazón (qué se yo que nada sé) libre de imágenes que le hacen libre. (O feliz, yo lo ignoro).

Con todo la luna es buena compañía. Yo le cuento y ella se parte de risa. Literalmente. Me trae a la cabeza el nombre que me quiebra y yo me dejo caer en mil historias que ya no son probables pero que me hacen creer que los milagros pueden llegar a existir.

Alguna estrella me hace caer en la cuenta de que la realidad es sólo pasajera y yo he querido verla siempre como perpetua. Una me dice que arriesgue, otra me dice que no. Una me dice que el corazón manda, otra me dice que una promesa vale más. Áquella me asegura que este camino es baldío comparado con la senda que llega, otra me asegura que cambiar el rumbo es perderse para siempre.

Enmedio… yo, una imagen que no he visto pero sé, tres obviedades (que pudieran ser mentiras) y muchísimo miedo.

Y mi puta incapacidad de buscar la felicidad.

(Y esa sabia manía o astucia de no querer darme las respuestas aun sabiendo que las espero).

.

VVRR

Artículos

Derechos registrados.

3 respuestas to “De lunas graciosas y estrellas bromistas.”

  1. Ismael Says:

    la felicidad no se busca, se encuentra cuando ella quiere. Tu sabes que puedes hacerlo, no te estanques en ese creo que puedo hacerlo. te preparo una salida, calle Zaragoza sin numero, apresúrate, el teléfono esta sonando, solo tu puedes responder la llamada, coge el teléfono si deseas salir de patrix, quieres salvar a Morfeo?, yo te ayudo, solo te advierto una cosa, No soy Neo, ni siquiera el señor Anderson… jeje. piensa y ríete, que esto es muy serio.

    Me gusta


  2. Chica, que en Vampiresa os convertís, os he dicho ya ello. La luna vuestra compañera se ha convertido, y las estrellas cómplices vuestras aguardan. Conocéis del cuello que la víctima en reposo habréis de morder; ¿cuándo sea la noche que en madrugada el colmillo en su yugular hinquéis? Vos sois la única que la respuesta conoce, que sin premuras o miedos, algún día habréis de tomar.
    En cualquier caso, Vampiresa ya le sois, y la respuesta a vuestra incógnita sólo de vos depende, de nadie más.
    Abrazo.

    Me gusta


Deja un comentario